viernes, 2 de agosto de 2013

Travesía de la tristeza

Poco a poco veo cómo mis sueños se vuelven cada vez más lejanos, quizás imposibles de alcanzar; quiero pensar que todo lo que está sucediendo es temporal, que tuve la mala suerte de que todo se juntó en el mismo lapso de tiempo, y que por ello es que estoy tan sacada de onda y desorientada en un mundo que, hasta ahora, lo veo pero como si estuviera yo dentro de una jaula.

La libertad podría ser mi única opción, el motivo por el cual sigo adelante; a veces quisiera que solamente fuera suficiente con decir que haré tal o cual cosa, que las cosas que pienso salieran exactamente como lo he planeado, como me lo esperaba. Ojalá muchas veces no tuviera que esforzarme tanto en cosas que al final parecen sin sentido...

Mi mamá está a mi lado y se me ha quedado mirando de una forma muy rara. La verdad es que no me gusta cómo me mira, no me gusta cómo me juzga sin decir ni una sola palabra, ni tampoco cómo es que desvaloriza cada acción que realizo, cada palabra que digo, cómo mantiene al margen de sus propios intereses mis opiniones e inquietudes con respecto a mi propia vida. A veces me pregunto si quiere que sea la persona que nunca fui, el niño que esperaba tener pero que al final le salió sin pene y con pechos que se desarrollaron mucho tiempo después; a veces me pregunto si las expectativas que tiene de mi vida es que estaré a su merced... porque me parece que así fuera, que está esperando que haga lo que quiere siempre, tal como hasta ahora lo he hecho. A final de cuentas, me pregunto si voy a cargar con algo que no me corresponde, como siempre lo he cargado hasta ahora.

He sido juzgada desde siempre por mis ideas, mis pensamientos, mis sueños, mis acciones, mis palabras, mi aroma, mis costumbres, mi forma de vestir y de peinarme, la forma en que me maquillo, la carrera que decidí estudiar. He sido burro de carga de los errores de los demás, las tardanzas, los descuidos, los accidentes, las enfermedades, la culpa y la vergüenza ajena... como si a mí me importara mucho lo que los demás piensen de mí. He sido juzgada por mi propia familia como estúpida, inútil, huevona, lesbiana, resbalosa, puta, cualquiera, vergüenza para la familia... loca por querer hacer algo distinto a los demás, por quererme elevar y revelar diciendo que no quiero permanecer en la mediocridad y el conformismo, que quiero ir más allá, que no quiero casarme ni tener hijos pronto, que quiero viajar, que quiero independizarme, que quiero ser yo.

Y sin más, al final... ¿qué hay? Desgaste emocional, tristeza, fatiga, anhelo, sueños que se ven cada vez más lejos; deseos de partir, de volar, de ser quien quiero ser, de mandar todo a la chingada y decirles que se pueden meter las opiniones por donde mejor les quepan... deseos de demostrar que puedo hacer lo que quiero, a pesar de sus constantes ofensas y desvalorizaciones.

Pero luego, regreso a la realidad. Sentada ante la laptop, me dedico a escribir lo que quisiera, a tolerar las represalias, los disgustos, a cargar las culpas que no me corresponden.

A veces, mis sueños se ven tan lejanos...

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