martes, 3 de diciembre de 2019

Paz emocional

La mayor parte del tiempo, sobre todo después de los primeros meses, uno tiende a ser bombardeado de preguntas absurdas y comentarios que no son solicitados: "¿cómo te sientes?", "fue lo mejor", "¡Nunca encontrarás a alguien como él/ella!", "ya no estés triste", y más allá de los comentarios de los otros, la peor batalla se vive contra uno mismo y sus constantes cuestionamientos relacionados al arrepentimiento y negación, los clásicos "¿Y si...?" o "hubiera" que ya no tienen ningún sentido porque... pues porque simplemente lo pasado, pasado.

Y entonces uno se hunde: tienes que llegar hasta el fondo del abismo, ahí donde parece que no llega la luz ni el calor de ninguna fuente, y encerrarte en tí mismo durante días, meses o incluso años dependiendo de qué tan largo y significativo fue tu viaje, y contemplar tu vida y tu relación pasada a través del cristal de la añoranza y de autoflagelación porque tuviste la culpa de todo... y llorar amargamente, sin freno, sin tope, llorar hasta que los ojos se hinchen y termines dormido entre la inmundicia de tu pensamiento, porque al dormir las cosas no se mejoran: siguen igual... y a veces son peores.

Un día, sin embargo, no te queda de otra más que levantarte, sacudirte las rodillas y el corazón, echarte agua en la cara y seguir con lo que estabas haciendo; ¡Uno no se puede dar el lujo de estar tirado en la cama! Necesitas trabajar y pagar la renta, los servicios, la comida, las croquetas de la bendición, la mensualidad del coche. Tienes que comprar el regalo para tu mamá porque ya está por cumplir años, el regalo de tu colega en el trabajo porque entraste a un intercambio de $50 pesitos; te obligas a tí mismo a mover las nalgas fuera de tu habitación y a recorrer las calles en busca de esos calcetines calientitos o los guantes baratos, y de pronto te sorprendes tu misma probándote una blusa que te encantó, o analizando los escaparates de las tiendas, o comprando un helado porque es bueno para matar el hambre (y es que no recuerdas cuando fue la última vez que comiste)

Pasarán los días; las semanas se volverán meses, los meses, años... y un día, cuando menos lo notes, estarás en paz. No te preocuparás por estar rogando atención, ni vivirás con al sosobra de dónde está la otra persona, si está con alguien más, si le coqueteará a la vecina o a la compañera de trabajo. Te sorprenderás sonriendo porque tienes una cama matrimonial que no debes compartir con nadie, te pondrás el mini-vestido que te encanta y que habías dejado de usar porque a él no le gustaba, y sobre todo te darás cuenta que lo mejor que pudiste haber hecho fue dejar de hacer aquello con lo que no eras feliz: a tu pareja, tus malas amistades, tu familiar tóxico, tus vicios destructivos, el trabajo esclavizante... y es que la mejor manera de acabar con los males, es eliminar de raíz lo que te causa ese malestar; no es fácil (nunca nadie dijo que lo fuera), pero es sano.

La gente te va a criticar, te dirá que debiste haber hecho tal o cual cosa, pero nunca nadie, JAMÁS, te preguntará si eres feliz.. y justamente eso es lo que más te debe importar.