viernes, 20 de marzo de 2015

Del "yo te ayudo", sin aceptarlo porque "me tildas de pendejo"

Orgullo.
Yo creo que parte de la psicología del mexicano está basada, como bien lo decía Octavio Paz en su libro "El laberinto de la soledad", en aquel antiguo sentimiento de ser dominados por parte de España durante la Conquista, en el rencor que se tiene por haber perdido lo propio del mexicano ante manos de extranjeros, por la sed de venganza que nunca ha de ser saciada debido a que tenemos, entre otras cosas, mucho miedo.
Y precisamente el orgullo y el miedo vienen de la mano cuando se trata de dar y recibir ayuda: estamos acostumbrados a vivir en una sociedad en la cual no se acepta el que una persona sea mejor que tu, que el fracaso es establecido como una de las peores situaciones que se pueden dar en tu vida y de lo cual ya nunca te puedes recuperar porque es catastrófico, terrible, el quinto jinete del apocalipsis, el pecado jamás borrado de tu vida y la mancha en el historial que procurarás nunca dar a conocer.
Lo curioso de este caso es que también culpamos a los demás de nuestros fracasos, sin atrevernos a aceptar que nosotros no estábamos haciendo las cosas adecuadamente, pero también -y volvemos al tema- nos topamos con la cultura de la cubeta de cangrejos (donde el que quiere salir, es jalado por el resto que está en el interior del bote). Y también de ahí que muchos proyectos que se tienen de manera social NO logren jamás tener éxito cuando se intentan poner en marcha. Se trata de una historia de orgullo, miedo y envidia entremezcladas, una caja de Pandora que en cuanto se abre, libera los demonios de la agresión y la falta de educación (que es de lo peorsito), innegablemente seguida de la agresión entre seres humanos.
Ante las situaciones que se nos presentan y que son adversas, tendemos a ponernos vendas de conveniencia a los ojos y actuamos como unos completos imbéciles que no aceptan ningún tipo de ayuda porque "yo puedo", "yo sé hacerlo", ó el más común "para eso estudié", cerrándonos completamente a que hay personas muchísimo más especializadas y con más experiencia en el ámbito y que nos podrían enriquecer nuestro modo de vida.
Claro está, si ofrecen ayuda te van a decir "no gracias" porque "me tildas de pendejo".
Lo peor de las cosas es que tristemente, si somos unos pendejos totalmente negados, como ese dicho de que el peor ciego es quien no quiere ver.
Vamos: estoy de acuerdo en que hay situaciones en la vida en las cuales podemos y queremos hacer las cosas por nuestra cuenta debido a que es parte de nuestro aprendizaje (ehem... orgullo), queremos poner a prueba nuestra destreza, blah blah blah... pero el que ofrezcan ayuda cuando evidentemente eres un pendejo, y todavía más pendejo por no aceptar, es el colmo de la situación.
Hace poco tiempo ofrecí mi ayuda incondicional y sin ningún tipo de intención de lucro a un amigo que tenía una entrevista muy importante de trabajo (cabe mencionar que me dedico a reclutamiento y selección de personal, aunque eso es harina de otro costal); me dediqué a explicarle el porqué de muchas cosas como la vestimenta, el ser agradecido, la puntualidad y seguridad ya que este hombre es un simio total en algunas cosas. Después de tener la entrevista exitosa, de tener la respectiva amabilidad de agradecer a quien le consiguió el tiempo con este importante sujeto ("¿y por qué le tengo que agradecer?"... obviamente, lo pendejeé) y de quedar muy bien parado en cuanto a las personas con las cuales se relacionó en su visita en calidad de postulante, me dijo "nada de lo que me dijiste me sirvió".
Resultado: quien se terminó creyendo pendejo, fui yo misma.
Muchas veces necesitamos un poco de humildad, Sólo un poco, porque demasiada humildad ya es orgullo.