martes, 29 de octubre de 2013

Bucle infinito

Cuando somos niños, todos soñamos con ser mayores; queremos ser esas personas jóvenes que vemos en la televisión o caminando por la calle, aquellas que lucen extremadamente bien en esos cuerpos esbeltos o que ya han alcanzado su mayor estatura. Las niñas queremos usar tacones y maquillaje, los niños quieren tener barba y poder conducir legalmente.Soñamos una vida llena de éxito, de estudios en al universidad, de popularidad infinita, de cientos de novios o novias que se van acumulando a lo largo de la vida, quizás ser cantantes o actores o tener todo el éxito obtenido.

Luego llegamos a esa edad que tanto esperamos, y nos damos cuenta que no es cierto todo lo que esperamos que cambiaría de un momento a otro... como cuando decían que en el año 2000 las casas serían super inteligentes o los cohces volarían, y esta afirmación la dieron el 30 de diciembre de 1999. Nos percatamos que hemos estado repitiendo un ciclo medianamente similar desde que éramos pequeños, aunque existan diferencias marcadas entre la vida de cada individuo, pero al final son pocas las personas que lograron el éxito esperado cuando eran niños... mientras que los demás nos seguimos esforzando por alcanzar objetivos que así como se ven más cecas que antes, parecen más lejanos que ne cualquier punto de nuestra vida.

Deseamos entonces no llegar a viejos, tener más tiempo y energía para lograr los objetivos; que el cerebro nos siga funcionando como hasta ahora, que las enfermedades del corazón y que también padecían los abuelos no se hagan presentes en nosotros, ni tampoco que tengamos algun accidente repentino que termine con nuestras vidas. Queremos hacer lo más posible en el menor tiempo esperado; el mundo se transforma en una especie de bocadillo, de esos que dan en los grandes banquetes y que son deliciosos, pero de lo cual nos percatamos hasta que lo hemos devorado de un solo bocado sin darnos tiempo de saborearlo antes. Nos afanamos en hacer mucho, más, mejor... ¡Saber, saber, producir, comprar, tener! pero que la vida no siga su curso, que el tiempo se detenga y nosotros podamos vencer a la vejez.

Y después, cuando menos nos percatamos, somos esos ancianos de ojos cansados, manos ásperas y piel arrugada que se resguardan debajo de los árboles del parque, dando de comer a las aves y apreciando la manera en que éstas se comportan. Somos los ancianos que no queríamos ser, los que han ahora meditan acerca de su vida perdida entre estudios y estupideces que no le sirvieron para nada, dejando de lado cosas importantes; seremos los ancianos que mirarán al pasado y añorarán el abrazo de mamá o las convivencias con la familia, derramarán lágrimas al recordar amigos, viajes, tiempo desperdiciado en saber y conocer, y se reprochará a ´si mismo no haber tenido más tiempo para admirar so atardeceres, para mojarse con las lluvias del verano o caminar en el campo en compañía de los buenos amigos; desearán haber sembrado un árbol y cuidarlo hasta ver a qué punto podía llegar a crecer, ver con sus propios ojos aquellas cosas que fueron tan obvias en los libros y cotidianas en la vida que se les dejó de prestar atención. 

Entonces, desearán volver a ser niños y vivir su vida de la forma en que ahora desean.

Y se comenzará de nuevo el viaje en un bucle infinito.

lunes, 14 de octubre de 2013

Vida... libre

Un día voy a dejar el miedo de lado, también los prejuicios y las presiones sociales. Voy a dejar de hacer las cosas que hasta ahora siempre me habían dicho que “debía de hacer” y comenzaré a hacer las cosas que realmente quiero.

Buscaré emociones fuertes, corriendo a 200 km/h en una autopista de Alemania; viajaré por todo un país valiéndome solamente del dedo pulgar y sobreviviendo de lo que pueda hacer con mi talento y mi habilidad. Conoceré gente, escribiré historias sin final ni principio para personas a las cuales jamás volveré a ver; dejaré caer máscaras ante la sociedad, y le diré a la persona que más mal me cae que es un hijo de puta y que puede irse a chingar a su madre. No me importará su reacción, no me importará lo que la gente piense de mí, si pasa o no tiempo conmigo, si prefieren juntarse entre amiguitas de la preparatoria para pintarse las uñas, ponerse mascarillas y contar los chismes acerca de las intimidades de cada una pues yo pasaré el tiempo buscando mi propio destino, aprovechando los segundos viendo cosas que nadie, desde la comodidad de su sofá y debajo de una manta calientita imaginaría siquiera que existen.

Gritaré mi nombre en Machu Pichu, lo gravaré a punta de cincel en la Patagonia, nadaré desnuda en las costas de Australia y haré una y otra vez el amor en algún rincón escondido de Praga. Dejaré de lado los títulos universitarios, la educación, el futuro que alguna vez quise y que quizás pueda haberlo alcanzado para ese entonces… pero no lo dejaré porque ya no lo quiera, porque no quiera continuar más con eso, sino para probar el sabor del peligro, de lo arrabalero, del mundo que permanece oculto ante nosotros simplemente porque nos negamos a observarlo. Quiero protestar contra cualquier cosa en San Francisco, adoptar un perro en Montreal, apadrinar a un niño en México y abrazar a otro más que padece en África, hasta crear arte sin que yo misma sea una artista.

Quiero que mi vida sea marcada por un sello inigualable, mío, propio, Aydee de actos y no de palabras, Aydee de hechos y no de pensamientos… Aydee de libertad y alas extendidas, no de jaulas mentales.