Si quieren que sus hijos triunfen, comiencen a educarlos
desde casa, enseñándoles cosas básicas como obedecer, poner atención y respetar
a los demás.
A pesar de que no soy maestra, por cuestiones de servicio
social me ha tocado cubrir grupos sin maestro, todos de secundaria, y aunque
todo ese rollo de la edad, la personalidad y las hormonas tiene algo de razón,
no es justificación completa para lo groseros y maleducados que son muchos
niños. No generalizo, claro está, porque también hay estudiantes muy dedicados
y respetuosos, a los cuales incluso hasta da gusto ayudarlos a aprender, pero a
muchos niños ganas me dan de agarrarlos a cachetadas.
Día con día, todos soportamos el despotismo y la vagancia
(por no decir huevonada) de los muchachos: interrumpen, gritan, hacen señas
obscenas, nos dicen groserías en nuestra cara, nos dicen que nosotros no somos
nadie, que no nos harán caso, y después ponen su cara de mosca muerta cuando se
les manda llamar a los papás, papás que por cierto siempre les protegen
diciendo que sus hijos son unos angelitos aunque ellos mismos saben que fueron
paridos por el mismo satanás. Y por si fuera poco, los papás todavía quieren que
los maestros ni toquen a los alumnos (si, son intocables), y exigen que hagan
su albor de "educarlos".
En palabras de un profesor: los maestros somos formadores,
no educadores. Y es que es cierto: la educación es da en casa, ahí se deben
inculcar y poner en práctica los valores, y dejar que los maestros enseñen
matemáticas y español y física, porque para eso estudian y ese es su trabajo.
Los papás últimamente se lavan las manos, se justifican bajo ese concepto
estúpido de que la escuela va a formar a sus hijos como personas exitosas,
cultas, excelentes… cuando ni siquiera los ellos son capaces de inculcar en sus
hijos el sentido de la responsabilidad, el esfuerzo, el trabajo duro y/o en
equipo. Los niños crecen en un ambiente
donde todos se gritan y se humillan, donde el que tiene que conseguir algo sólo
necesita pedirlo o tomarlo de alguien más sin permiso, donde se limitan a
sentarse frente a una computadora y buscar en internet alguna duda estúpida en
lugar de investigar durante horas en varios libros; los hacen sentir reyes de
la casa, intocables, superhéroes que jamás podrán ser derribados por nadie más,
y solamente se les hacen ver sus derechos pero no sus obligaciones. Se vuelven
mantenidos, egoístas, inútiles…. Talento desperdiciado.
Lo peor del caso, es que este tipo de situaciones no las he
visto solamente en secundaria, sino que también las vivi EN LA UNIVERSIDAD.
Conviví con compañeros de todo tipo, personas que no podían
guardar silencio mientras estábamos en plena clase, personas que para todo
tenían que salir con una pendejada sin sentido queriendo hacer un chiste (que
no tenía chiste), personas que faltaron a sus tareas por pura huevonada y que
después se les hacía fácil decirle a algún compañero “pásame la tarea, al cabo
le cambio poquito”, e incluso otras personas que llegaron a ponérsele al brinco
a los maestros nada más porque no les pareció la calificación que les puso al
final. Conocí personas que tuvieron los huevos (aunque se oiga feo) de
presentar como propio un trabajo práctico de psicología que fue bajado de
internet (y ante una maestra con años de experiencia en el ramo); personas que no
es tomaban en serio las clases y que en lo único que pensaban era en las
fiestas y en tomar, y lo más delicado: personas que se tomaron a la ligera el
trabajo terapéutico, siendo irresponsables con sus pacientes.
Y eso que se supone que somos una de las generaciones aún
rescatables de la educación en México.
Yo jamás fui perfecta, y también tuve fallos en los
estudios. Durante muchos años le respondí mal a algunos maestros nada más
porque me caían mal, y fui grosera con otros tantos porque me había enojado
mucho… pero siempre procuré ser una buena estudiante, y cumplir con todos mis
trabajos. Siempre estuve consciente de que tenía responsabilidades en cuanto a
mis estudios, y si no hacía las tareas no intentaba justificarme con
estupideces. Si una clase me parecía aburrida, puede que no le pusiera atención
pero al menos procuraba no interrumpir: mandaba papelitos a otra persona
distraída, e incluso hasta me quedé dormida en clase, pero procuraba que mis
acciones no perjudicaran a nadie más.
Todo lo anterior, porque me enseñaron valores en mi familia.
Lo lamentable del asunto es que esos hijos de la chingada
que están en las aulas, mañana estarán en abundancia y con descendencia en las
calles.
Lo rescatable del asunto es que hay hijos de la chingada que
podrán cambiar, reivindicarse, y mañana estarán en abundancia y con
descendencia en las calles.
Lo bueno del asunto
es que hay hijos que no son de la chingada y que mantendrán el equilibrio en la
sociedad.