jueves, 5 de septiembre de 2013

De maestros, alumnos... y lo echado a perder de la sociedad.

Si quieren que sus hijos triunfen, comiencen a educarlos desde casa, enseñándoles cosas básicas como obedecer, poner atención y respetar a los demás.
A pesar de que no soy maestra, por cuestiones de servicio social me ha tocado cubrir grupos sin maestro, todos de secundaria, y aunque todo ese rollo de la edad, la personalidad y las hormonas tiene algo de razón, no es justificación completa para lo groseros y maleducados que son muchos niños. No generalizo, claro está, porque también hay estudiantes muy dedicados y respetuosos, a los cuales incluso hasta da gusto ayudarlos a aprender, pero a muchos niños ganas me dan de agarrarlos a cachetadas.
Día con día, todos soportamos el despotismo y la vagancia (por no decir huevonada) de los muchachos: interrumpen, gritan, hacen señas obscenas, nos dicen groserías en nuestra cara, nos dicen que nosotros no somos nadie, que no nos harán caso, y después ponen su cara de mosca muerta cuando se les manda llamar a los papás, papás que por cierto siempre les protegen diciendo que sus hijos son unos angelitos aunque ellos mismos saben que fueron paridos por el mismo satanás. Y por si fuera poco, los papás todavía quieren que los maestros ni toquen a los alumnos (si, son intocables), y exigen que hagan su albor de "educarlos".
En palabras de un profesor: los maestros somos formadores, no educadores. Y es que es cierto: la educación es da en casa, ahí se deben inculcar y poner en práctica los valores, y dejar que los maestros enseñen matemáticas y español y física, porque para eso estudian y ese es su trabajo. Los papás últimamente se lavan las manos, se justifican bajo ese concepto estúpido de que la escuela va a formar a sus hijos como personas exitosas, cultas, excelentes… cuando ni siquiera los ellos son capaces de inculcar en sus hijos el sentido de la responsabilidad, el esfuerzo, el trabajo duro y/o en equipo.  Los niños crecen en un ambiente donde todos se gritan y se humillan, donde el que tiene que conseguir algo sólo necesita pedirlo o tomarlo de alguien más sin permiso, donde se limitan a sentarse frente a una computadora y buscar en internet alguna duda estúpida en lugar de investigar durante horas en varios libros; los hacen sentir reyes de la casa, intocables, superhéroes que jamás podrán ser derribados por nadie más, y solamente se les hacen ver sus derechos pero no sus obligaciones. Se vuelven mantenidos, egoístas, inútiles…. Talento desperdiciado.
Lo peor del caso, es que este tipo de situaciones no las he visto solamente en secundaria, sino que también las vivi EN LA UNIVERSIDAD.
Conviví con compañeros de todo tipo, personas que no podían guardar silencio mientras estábamos en plena clase, personas que para todo tenían que salir con una pendejada sin sentido queriendo hacer un chiste (que no tenía chiste), personas que faltaron a sus tareas por pura huevonada y que después se les hacía fácil decirle a algún compañero “pásame la tarea, al cabo le cambio poquito”, e incluso otras personas que llegaron a ponérsele al brinco a los maestros nada más porque no les pareció la calificación que les puso al final. Conocí personas que tuvieron los huevos (aunque se oiga feo) de presentar como propio un trabajo práctico de psicología que fue bajado de internet (y ante una maestra con años de experiencia en el ramo); personas que no es tomaban en serio las clases y que en lo único que pensaban era en las fiestas y en tomar, y lo más delicado: personas que se tomaron a la ligera el trabajo terapéutico, siendo irresponsables con sus pacientes.
Y eso que se supone que somos una de las generaciones aún rescatables de la educación en México.
Yo jamás fui perfecta, y también tuve fallos en los estudios. Durante muchos años le respondí mal a algunos maestros nada más porque me caían mal, y fui grosera con otros tantos porque me había enojado mucho… pero siempre procuré ser una buena estudiante, y cumplir con todos mis trabajos. Siempre estuve consciente de que tenía responsabilidades en cuanto a mis estudios, y si no hacía las tareas no intentaba justificarme con estupideces. Si una clase me parecía aburrida, puede que no le pusiera atención pero al menos procuraba no interrumpir: mandaba papelitos a otra persona distraída, e incluso hasta me quedé dormida en clase, pero procuraba que mis acciones no perjudicaran a nadie más.
Todo lo anterior, porque me enseñaron valores en mi familia.
Lo lamentable del asunto es que esos hijos de la chingada que están en las aulas, mañana estarán en abundancia y con descendencia en las calles.
Lo rescatable del asunto es que hay hijos de la chingada que podrán cambiar, reivindicarse, y mañana estarán en abundancia y con descendencia en las calles.

Lo  bueno del asunto es que hay hijos que no son de la chingada y que mantendrán el equilibrio en la sociedad.