viernes, 19 de octubre de 2012

A Tony le gusta la noche


A Tony le gustaba sentarse en el patio de la casa todas las noches, o en especial solamente las noches de octubre porque la luna parecía ser más grande y las estrellas se mostraban de una forma menos inhibida y más brillante, como si quisieran aprovechar justamente ese mes para desatarse y ser felices en el cielo. A lo mejor, pensaba Tony para sí, allá arriba hay una especie de papá o mamá que todo el tiempo está detrás de las estrellas más pequeñas para que no se acerquen tanto al sol y se quemen, y detrás de las más grandes también para que no vayan tras la luna que de pronto desaparece; esa historia le recordaba la novela de las 5 de la tarde, de la cual mamá le explicó que la protagonista se había ido detrás de un hombre, perdidamente enamorada, y éste un día simplemente desapareció.
Además de todo, las noches le gustaban porque permitían ver al cielo sin que le dolieran los ojos; el sol le causaba muchos daños, casi siempre le dolía la cabeza y después le sangraba la nariz, además de que el calor era insoportable y sentía algunas veces que no podía respirar. En muchas ocasiones había intentado quitarse toda la ropa mientras jugaba en el jardín de la casa, pero mamá reprendía severamente a Tony diciéndole que no debía hacer eso, que el jardín no era lugar para andar desnudo y que además eso provocaría que su piel se quemara en mayor extensión. Por eso Tony hacía mucho tiempo que no salía a jugar; contrario a ello, se pasaba toda la tarde junto a una ventana, observando a la gente pasear afuera y preguntándose cómo es que soportaban caminar bajo el sol abrasador del mediodía; a veces se reía de las señoras que pasaban con sombreros chistosos, o se imaginaba qué era lo que iban conversando las parejas que paseaban tomadas de la mano. Miraba durante largas horas a los perros, las aves, algún gato que cruzaba la calle, y en varias ocasiones también vio lagartijas tomando el sol tranquilamente.
Una vez, Tony comenzó a preguntarse de qué hablaban los pájaros, a quien extrañaban los perros que se refugiaban bajo la sombra de un árbol… ¿y si la lluvia cae porque al cielo le duele algo? ¿a quiénes están buscando las nubes?. Ese día Tony se dio cuenta que el día tenía consigo más misterios que la noche, porque en la noche todo el mundo está durmiendo, salvo los gatos, que esos se veían correr más constantemente que el resto de los animales; también, en las noches no había aves chismorreando por los cables de alta tensión, ni perros extrañando a alguien… a lo mejor sólo pasaba que todos tenían miedo al cielo porque era cuando lloraba con más fuerza y el suelo se sentía entonces como cuando tocó la cara de mamá a media noche, justo después de haber regresado del médico, y ella le explicó que solamente tenía miedo.
En la última noche de Octubre, Tony se recostó ésta vez en el patio y comenzó a recordar cuando descubrió el cielo de la noche: había estrellas, muchas estrellas… ¡Tantas estrellas que parecía que a Dios se le había caído un bote de diamantina sobre una tela negra! Y la luna estaba tan enorme y gorda que hasta le recordó a la tía Cándida, esa que no le gustaba que le diera besos porque olían a cigarro… pero la luna, en cambio, era bonita, bonita como mamá en las mañanas… y también se preguntó a dónde iban las estrellas durante el día, ¿quién las guardaba? ¿Dónde vivían? ¿Por qué no podía bajar una para que mamá no siguiera llorando?.
Por primera vez en mucho tiempo, Tony se fijó que las estrellas tiritaban y se estremecían constantemente, y pensó que estaban entonando una canción para él, y que le decían que debía correr y cantársela a mamá para que ella volviera a sonreír y fuera muy feliz, y que así lo llevaría al parque, y a comer su helado de limón que tanto le gustaba, y después al regreso a casa le compraría un perrito para que le hiciera compañía cuando mamá se fuera a trabajar y se quedara solito en la casa; también le iba a dar muchos abrazos toda la noche y a la mañana siguiente se levantaría muy temprano para levarle a mamá el desayuno a la cama, le haría jugo de naranja y le pondría las pantuflas rosas a juego con su bata para que le prepare el desayuno mientras ven dibujos animados en la televisión. Después volverían a ir al parque, y sacarían al perro a pasear… y serían felices.
Tony entró a la casa corriendo, sin preocuparse por si hacía ruido; se metió en la cama lo más pronto que pudo y abrazó fuertemente a mamá… pero ésta no le contestó el abrazo, ni se movió. Estaba fría.
Tony pensó que otra vez mamá tenía miedo al cielo, y que del pánico se había quedado paralizada y helada. Se abrazó a ella, le dio un beso diciéndole que mañana todo estaría bien, y se durmió a su lado. 

domingo, 7 de octubre de 2012

No me gusta cuando callas....


Lo malo de la vida hasta ese momento no es lo que sucede realmente, sino todo lo que por mi culpa estoy creando; cientos de ocasiones me había visto envuelta en el mismo problema, siempre con las mismas palabras, y nuevamente me encontraba con la desgracia en puerta de tener que elegir entre una cosa y otra. Ésta vez, la situación eres tú… pero no se trata de elegir entre huir o quedarme, sino entre decir y no decir, entre explicar y no explicar, entre llorar y pacientemente sentarme a esperar.

Es mejor sentarse, dejar que las horas transcurran libremente mientras me ocupo en otra cosa y tu al mismo tiempo ocupas mi mente. Recuerdo cuando le dije a un amigo “piensa un número del  1 al 100 y ahora date cuenta que ese número nunca pensará en ti”… ¿será lo mismo entre nosotros? Aquí se siente ese hueco que deja tu ausencia, la nostalgia de saberte cercas aunque no lo estés tan físicamente, y también el temor de que a pesar de que hay palabras entre nosotros y que de muchas maneras podemos seguir unidos, pareciera que la unión comenzara a desvanecerse.

Tal vez, no es que se desaparezca lo que nos une… tal vez sólo está mudando de piel o preparándose para hibernar.

Anoche soñé contigo y por eso me quedé pensando en todo esto. Hoy pensé que me levantaría y todo estaría bien, que podría saber un poco de ti como normalmente sucede. Hizo presencia el silencio…  y a mí no me gusta cuando callas, porque estás como ausente.

Dices que hay letras que se escriben en serio, y no en serie… creo saber qué es lo que está pasando.