Sonidos.
Escucho la respiración del mundo,
de los árboles, de las aves que pasan volando fuera de mi ventana y surcan los
cielos con las alas de colores que nunca pude obtener aunque arrancara de ellos
las plumas de forma desesperada, sin que el piar lastimoso lograra corromper la
templanza y dedicación con la cual me apropiaba de los únicos rasgos de
libertad que podía tener conmigo.
La sangre tibia resbala por mis
manos y entre mis dedos, llega hasta mis faldas blancas que casi inútilmente he
intentado proteger del carmín de la vida que ahora hay en mí. Soy como dios, doy
la vida y la arranco de los cuerpos cuando me da la gana y nunca me canso de
ver cómo la luz abandona los ojos de las pequeñas criaturas que se retuercen
entre mis manos porque cada vez es diferente, cada vez es más excitante sentir
ese poder de acabar con la perfección en un desenfrenado intento de apaciguar
el holocausto interno, de asesinar a los propios demonios que arrancan y
carcomen el cerebro pero que me dejan con vida y en total cordura para seguir
viendo atónita cómo los demás se quedan tranquilos, hundidos en un averno de perfección que destruye más
diabólicamente sus mentes.
Las fantasías son para los locos,
para las personas que no han entendido que solamente somos criaturas que
intentan sobrevivir a las catástrofes de la vida, que se rigen por escuálidas
formas misteriosas que apañan los sentidos incluso en los días más soleados o
bajo las lunas más brillantes ¡Son las mismas sombras que se proyectan sobre
las paredes blancas de mi habitación, que me hablan con voces que se confunden
con el viento entre los árboles, que me cantan con sonidos similares a los
aullidos de los lobos! Son las sombras que todas las mañanas opacan los espejos
y se cuelan hasta mi interior a través de mis pupilas ya completamente abiertas
como invitándoles a que entren cuán dueño de un aposento abandonado; piel
pálida y labios resecos detrás de cabello negro enmarañado es lo que he
obtenido como recompensa por albergar a las almas del mundo en mi cuerpo… ¿Y? Son los estigmas
de mi devoción, idénticos a los huecos de clavos y heridas que ustedes veneran.
¿Por qué me miran así cuando digo
que quiero pintar las paredes con la vida de la gente? Si las propias paredes
que te encierran en la locura tienen sangre y nombres…
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